jueves, 22 de octubre de 2020

Pura inspiración: cosas que no haríamos en la vieja normalidad (si esa referencia existe)

Hoy fue la primera jornada del 7° DArA ID, edición 2020, virtual, claro. 

Un lujo escuchar a referentes de la arquitectura, el interiorismo y el diseño. Siento que me infiltré en un evento exclusivo de gente que se conoce y se saluda con familiaridad en el chat de You Tube. Es como estar en una masterclass de la Facultad de Arquitectura, o en un congreso internacional. Calladita, escuchando, tomando nota. Periodista. 

Eventos de la calidad del de hoy, que sigue mañana y quedará grabado en el canal de DArA, me inspiran, me cargan de energía, me dan ganas de aprender, de crecer, de hacer, de conectar con el talento y la creatividad, siempre. Y desde ahí construir, con dedicación y trabajo. 

Este encuentro refleja la calidad de lo que se puede producir en la Argentina en conexión y contacto respetuoso con el mundo. 


La sensación de pura inspiración se va instalando mientras el arquitecto brasileño Ángelo Bucci habla de "una arquitectura para ver con los ojos cerrados, porque la mirada no abarca el edificio, y uno comprende la totalidad aunque no lo ve, como pasa con una ciudad". Y suma: "Lo que me gusta de la arquitectura es que nos acerca a todo lo que el mundo adulto nos aleja. Recupera las memorias de la infancia".     

Capturas de la recorrida por la casa de Laura Ocampo, quien preside DArA, remodelada por el arquitecto Juan Bautista Firpo que, según cuenta su dueña "le dio al interior una modernidad que la casa no tenía".
"Todo el interior es un poco este juego de clásico y moderno. Yo soy bastante irreverente... me gusta siempre empujar las cosas hacia otro lado del que uno espera que sean". 



Este es un detalle de un subsuelo que mostró Ángelo Bucci en su charla y explicó que parece que la columna está fuera del centro de la pared pero está en el centro de gravedad de la losa 


Terminé de escuchar la charla de la arquitecta mexicana Frida Escobedo, con ganas de volver a hacerlo desde el principio. Joven, original, talentosa, parada en un lugar diferente al del ego. Repensando qué aporta a su tiempo desde su rol y su profesión, a través de sus obras. Y todo sin decirlo, dejándolo ver. 


"Las posibilidades de generar espacio no tienen que ver con la cantidad de metros cuadrados que construyas, sino más bien con la calidad del objeto y la calidad del espacio". 
"Hay que dejar un poco la idea de que el arquitecto es una persona que genera estilo porque eso nada más está validando un gusto de un grupo en el poder, y eso es muy peligroso. Creo que eso hay que empezar a cuestionarlo", Frida Escobedo. 

Me quedo con ganas de seguir escuchando, atraída por la belleza de lo que veo. De repensar mi casa también y cómo vivimos los espacios. 




martes, 20 de octubre de 2020

El plano secuencia de la vida real

Si Un lugar llamado Notting Hill se hubiera grabado en 2020 en vez de en 1999, es muy probable que Hugh Grant, además de esquivar puestos de comida y de flores en el plano secuencia más lindo que vi jamás, en algún momento aparecería sacando su smartphone del bolsillo, desbloqueando la pantalla y revisando la nada, como hacemos casi todos. 


En una caminata en la calle, William Thacker atraviesa las cuatro estaciones, transcurriendo la vida extrañando a Anna Scott.  


Lo veo y me veo caminando la cuarentena eterna en la que estoy inmersa hace ya no llevo la cuenta cuanto. El conteo de los días no me dice nada, como sí lo hace el proceso que significa atravesar este tiempo crudo de encuentro frontal con lo que hay. Y lo que no. 
Todo lo que se despertó con el encierro, el aislamiento, la distancia y el hecho de guardarse. Lo que afloró, lo que desbordó haciendo volar tapas que estaban cerradas a la fuerza y que servían para sostener algunos vínculos que empezaron a crujir o, por el contrario, se fortalecieron.  

Disponible y en línea para mí, acá conmigo primero y con quienes están presentes. 
Mirando hacia abajo, pero porque voy pensativa, tal vez, y no escrutando la pantalla de luz azul, mirando sin ver la vida de los otros haciendo scroll down, llenando mi cabeza de imágenes varias que ni siquiera sé cuáles serán.
Ocupando lugar en mi capacidad limitada de exposición al entorno.
Llena de deseos que mi cerebro no llega a registrar pero se instalan, alimentando un engranaje que me aleja de mí. 
Dispersa sin saber qué estaba buscando al desbloquear esa pantalla, porque seguí un estímulo y terminé haciendo algo más.
Ruidosa desde adentro, autómata, en serie, imitada imitante imitando.
O no más. 

Dispuesta a recuperar ese día a la semana que se va en la pantalla a la nada, dividido en tres horas y media, promedio diario, que arroja la misma pantalla que vuelvo a desbloquear. 







sábado, 27 de abril de 2019

Antes de que se vaya abril y el otoño se lleve las hojas de los árboles, quiero dejar algo escrito por acá. Y es que si a veces somos un misterio para nosotros mismos, cuanto más lo somos para los demás.

Hace unos días, mientras resolvíamos algunas cuestiones prácticas propias del trabajo, una compañera me contó que tiene un enorme deseo de volver a ser mamá. Me sorprendió mucho porque yo imaginaba que había cerrado esa etapa hacía rato: tiene una hija que ya entró en la adolescencia.
Es la segunda vez que me pasa algo parecido. Antes había sido con otra compañera que tiene dos hijos chicos. No sé por qué, yo también creía que los bebés eran parte de su historia. Error. Tiene un gran deseo de ser mamá otra vez.


Las dos historias para mí ilustran lo mismo: cuánto se esconde dentro del mundo de cada persona.
Andamos por la vida amasando sueños mientras resolvemos temas de trabajo, estudio, ocio y subsistencia del día a día.

Siempre me deslumbra asomarme a lo más sagrado del otro.

Miramos a los demás desde nuestra historia, ¡por supuesto! y nuestra mirada está impregnada por los juicios y las creencias que traemos encima.

Hay un constante diálogo interior en donde también charlamos sobre los demás. Nos decimos cosas sobre nosotros, sobre los otros y sobre lo que pasa. Y en el camino suele suceder que las personas quedan colgando. El ser humano y su misterio se va desdibujando, se cosifica. Entonces nos sentimos con toda la libertad de decir cualquier cosa de los otros -los conozcamos o no-, porque no se visten, escriben o actúan como nos parece que deberían hacerlo. O básicamente porque no se ven como creemos que deberían. Ahí arrancamos a despedazar gente con la libertad que creemos tener de "dar nuestra opinión".

Se supone que es algo gracioso. O así tratamos de hacerlo ver. El histrionismo y hacer reír a los demás parecería que justifican cualquier cosa que se diga. ¿Cuántas veces rematamos con "es un chiste" o con una carcajada estruendosa, la crítica mordaz o el golpe bajo? Son pocos los que se animan a decir las cosas mirando a los ojos al otro, respetando su persona. Creo que está instalado. Es una forma habitual de manejarse entre gente adulta que después le enseña a sus hijos pequeños...bueno, no sé qué les enseñan en realidad. ¿Les dirán que no está bien criticar a los demás o que pueden decir lo que quieran, como quieran, de quien sea, esté o no presente? ¿Qué pensarán cuando a sus hijos les toque estar del lado de los criticados sin piedad? No lo sé.

La impunidad del anonimato de las redes sociales se cuela con fuerza en la realidad, aunque las críticas por lo bajo son más viejas que la humedad. Y, muy a mi pesar debo admitirlo, es un deporte mucho más practicado por grupos de mujeres que por grupos de varones. Mujeres criticando mujeres. Mujeres hablando en paralelo. Mujeres hablando del cuerpo de otras mujeres. Mujeres y el lado B.

Vuelvo al tesoro y al misterio. Yo elijo andar por ahí, y sorprenderme. 


  

viernes, 15 de febrero de 2019

Suficiente


Cuando era chica jugaba a repetir la misma palabra muchas veces, hasta que el sonido no describiera nada que tuviera sentido. Por lo general era frente al espejo y con algún hermano al que iba a mostrarle el hallazgo para invitarlo a que lo hiciera también. 

Algo parecido me pasó con la palabra suficiente, que apareció en mi cabeza cuando volví a mirar esta foto de las vacaciones en la que capté a padre e hijo yendo al encuentro de las olas. También aparecieron confianza, seguridad y aventura. Todas describen algo de lo que veo en esta foto, pero suficiente me habla a mí directo más allá de cualquier descripción que pueda hacer.  

Es suficiente así la vida hoy.
Ellos son suficiente para mí.


No importa si el mar es frío y la playa a veces es ventosa. Para mí es suficiente y me encanta. Es nuestro Mar Argentino, en el que pasé casi todos los veranos de mi infancia y adolescencia. 
No es el Caribe ni el agua es tibia, no es transparente ni se ven pececitos, pero es suficiente para mí.

Hay un papá y un hijo, no hay dos ni tres ni cuatro, aunque los hayamos tenido y estén presentes de otra forma. 
Para mí es suficiente.
Es suficiente ser esposa de uno y mamá del otro. Sí que lo es. Tanto que de a ratos no me lo creo del todo. 

"¿Solo a él tenés?", me preguntan a veces refiriéndose a Hilario. ¿"Solo"? me pregunto. El adverbio está de más. Habla de carencia, de algo que falta, en el mismo lugar donde yo veo abundancia que me llena de gratitud y de conciencia de todo lo que tenemos y recorrimos hasta llegar a esta foto. Habla de dar todo por hecho y sentado. Pero me enoja poco, cada vez menos. No habla de mí ni de nosotros sino de la mirada de quien elige usarlo. De lo que le pasa y vive, de lo que le despierta lo que ve. 
Como nos pasa a a todos.


Este año me propongo profundizar en todo lo que es suficiente. Saborearlo, quedarme ahí. Empezando por casa, por mí. Con yo conmigo. Ahí será otro cantar, pero tiempo hay.
 

domingo, 13 de enero de 2019

Perro en casa

Originalmente llamado Rocky. Es también Roco, Rocolo o Aki, como lo llama Hilario. En cuanto se despierta, sale del cuarto y grita "Akiiii" abriendo los brazos, y levantando a cuanta persona pueda aún estar durmiendo. Como pasó en las vacaciones en la playa. Lo llevamos. De repente pasamos de ser dos a ser cuatro en el auto, con mascota con cinturón de seguridad incluido. ¿Quién lo hubiera dicho? Nunca fui muy perrera aunque en casa siempre tuvimos perro: Jenny, Jero, Chino y Bono. Todos enormes, todos muy queridos y también con mucho carácter y difíciles de manejar. De esos con los que hay que ir atentos por la calle para no terminar de espalda en la vereda con la correa enroscada en los pies y el perro ladrándole a un hocico asomado en una reja.
¿Está claro que esto me pasó a mí, no?



Ya casados, el primero en querer un perro fue mi marido. Los hijos tardaban en llegar y yo no quería una mascota mientras tanto. Si no tenía que cambiar pañales no quería tener que ocuparme de un perro, quería libertad absoluta para entrar y salir sin pensar en otro ser.

Pero todo fue pasando y así llegamos a hoy.

Desde que Hilario es muy bebé fuimos descubriendo que le gustan los perros. "Gua gua" por ahí, "gua gua" por allá. Una foto, un perro de verdad, una estatua, todo era motivo de alegría y festejo para él. Así que accedí a que viniera un perro a casa cuando él tenía un año y medio, hace pocos meses. Llegó Roco con sus cuarenta y cinco días y su pequeñez extrema, y al principio no sabía bien qué tenía que hacer. De repente tenía que cuidar a dos "cachorros" y me sentía un poco Maru Botana. Me reía de mí misma. Si uno iba para un lado y el otro para la otra punta me estresaba un poco hasta que la cosa empezó a fluir.

Y fluyó tanto que lo llevamos a la playa y yo era la primera que quería salir a caminar por la orilla con él que saluda a cuanto perro se cruce, con correa o suelto, con dueño o sin. Grande o chico. De a uno o de a dos. Rocky es amistoso. Emana buena onda y los perros lo saludan así, moviendo la cola. Me siento César Millán escribiendo esto pero es real. La gente te saluda, te mira y te sonríe como cuando vas con un bebé. Los chicos se acercan, surgen conversaciones, se rompen barreras.

Y ahora soy su fan.

Cuando me siento Maru Botana. 

Perrero viejo. 


miércoles, 26 de diciembre de 2018

Pesebre

La Virgen no se preocupó por relatar la experiencia de llevar a Jesús en su vientre, de haber sido elegida para ser la madre de Dios. 

María no salió corriendo a contarlo. Guardó en su corazón lo que vivía y dijo un rotundo sí al pedido de Dios.  

A lomo de burro recorrió 120 kilómetros desde Nazareth hasta Belén, con José que caminaba adelante llevándolo a tiro mientras intentaba conseguir un lugar donde los alojaran.

*
Nadie los quería. No había lugar par ellos. Nadie los elegía. 
No eran poderosos. Nadie los seguía. 

Al fin encontraron un pesebre.
Un portal donde entre pajas dormían los animales, fue la cuna del Niño Dios.  
Un lugar que no pega con parir, fue el que eligió Dios para venir al mundo.

Y fueron humildes pastores los primeros en ser llamados a ese portal donde un bebé recién nacido iluminaba a su madre y a su padre, que los cuidaba y procuraba que nada les faltara, en un lugar donde no había nada. 

Hoy es Navidad.
Es el día del nacimiento de Jesús. Día de fiesta para los cristianos. 

Celebramos que tenemos un Dios que viene para todos.
Un Dios que se hizo hombre y por eso gozó y sufrió la existencia en este mundo.
Un Dios que hace nuevas todas las cosas, desde el silencio del corazón.

**

Hay años mejores y años peores. 
Hay navidades que nos encuentran preparados y serenos, conectados con lo que vivimos, y otras que no.
Hay advientos y advientos. 
Hacemos lo que podemos.
Y más allá del esfuerzo, que a veces da sus frutos, nunca será acabado, óptimo ni perfecto lo que hagamos, por más filtros y expectativas que pongamos. 

Disponer el corazón parece ser la clave.

Que sea Jesús el que hable. Que sea Él quien haga. Que todo el año podamos vivir de la sorpresa de que tenemos un Dios que quiso ser un bebé recién nacido en un pesebre perdido en una noche de Belén.  

Feliz Navidad.

*esta imagen me la "regalaron" por Whatsapp. 
**este es nuestro pesebre en una foto de Adviento.   

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Mi arbolito feng shui

Este año "estrenamos" árbol. Las comillas responden al hecho de que no lo encontramos en la góndola de Alparamis sino en Mercado Libre después de aplicar el filtro de usado.

Antes de seguir freno a aclarar que no soy tan abierta como podría parecer.

Estoy casada con alguien más abierto que yo (gracias a Dios), que básicamente se dedica a llevarme a explorar los límites de mis creencias y juicios aunque sin hacer demasiada alharaca, para que yo no me oponga. Un estratega, digamos.

Nuestra primera Navidad casados fue él quien compró el arbolito. Medía unos 60 centímetros desde la base hasta la punta. Lo decoramos con amor en nuestro primer departamento en la calle Monseñor Alberti, en San Isidro. Fue al lado de ese árbol que empezamos la tradición de la foto navideña, empujada por mí.

Cuando nos mudamos a nuestra casa creo que lo tuvimos dos años, hasta que mamá me pasó su árbol cuando decidió renovarlo. Costaba armarlo, era como un Tetris. Le faltaban ramas pero conservaba su encanto. Así fue que decidí regalarle nuestro primer árbol a una amiga. El último enero, cuando llegó el momento de guardar las cosas de Navidad, decidí que el árbol heredado también había cumplido su etapa en casa y en vez de guardarlo lo tiré. Marie Kondo y "La magia del orden" había empezado a hacer mella. Sabía que la decisión me obligaba a encontrar otro ejemplar para esta Navidad.

Hace poco vino mi marido con la buena nueva de que había encontrado un árbol en Mercado Libre y que lo había comprado. Yo no estaba para nada convencida, aunque tampoco me va la idea de gastar miles de pesos en un árbol de plástico. Me coparía salir al bosque a cortar uno y entrar muerta de frío al living mientras nos sacudimos la nieve -pero no- nuestra Navidad es en verano porque estamos en el hemisferio sur.

Ayer mi marido buscó el árbol y pasadas las 12 de la noche nos pusimos a armarlo como dos chicos.




Sé casi nada de Feng Shui pero me quedó la idea de que los objetos tienen su propia energía, y que esta puede renovarse. Lo que a uno ya no le sirve, porque no lo necesita, no lo quiere o ya no le gusta, si queda en casa pasa a convertirse en un objeto que ocupa lugar y absorbe energía que en vez de revitalizar a las personas, las estanca. Si ese objeto pasa a otro que lo pone en valor, la energía se transforma y renueva.

De este arbolito sé que era de una señora que estaba buscando una opción más fácil. Ya no tenía ganas de decorar rama por rama. Así que de yapa vino con animalitos del pesebre -que ya están entre los animales de Hilario-, una corona para la puerta -que regalé- y adornos lindos que volvieron a lucirse. Todo lo que no quise, ya salió de casa. Nada de guardar "por las dudas" porque "tal vez lo necesite" o "tal vez me arrepienta". Afuera.

Sé poco y nada de Feng Shui pero estoy experimentando que me gusta andar más liviana.

Este post va dedicado a mi marido que escucha mis quejas cuando compra árboles navideños usados, hasta que encuentran nueva vida y sentido en nuestro hogar. Así que gracias.

En la foto Hilario arrancando adornos navideños que revolea contra la pared al grito de "gol" mientras levanta los brazos festejando.


sábado, 6 de octubre de 2018

Lo que hay

Este posteo es personal. Así que si te aburre, ¡ni lo intentes!

Hace días que tengo ganas de sentarme a escribir sobre la AUTENTICIDAD. Así se explica la foto que acompaña este posteo que siento que grita el título de lo que quiero escribir: Lo que hay.
Así, foto movida y hablando. Muy Juli.

Me gusta hablar y gesticulo mucho cuando lo hago. Algunos por acá lo saben de memoria.


En otro momento creo que hubiera comenzado por revisar la definición de la RAE para ver qué dice sobre la autenticidad, pero no, mejor voy a arrancar por qué me dice a mí hoy esta palabra larga y potente.

Siento como si estuviera cruzando un arroyo de esos que cortan las sierras de Córdoba, buscando las piedras que me permitan llegar al otro lado sin caerme entera al agua. No me importa salpicarme, que se me arruine la ropa ni mojarme los pies. Que se me moje el pelo tampoco, aunque me queda bastante mal porque tengo tres pelos locos. Me veo a mí misma con los pantalones arremangados y divirtiéndome en el intento. Solo quiero no cortarme el pie y que me arda, por ejemplo. Preferiría evitarlo.

Hace muy poco cumplí 39. La mayoría me saludó contenta y algunas personas casi me dan el pésame porque "te falta poco para los 40". Me quedé pensando. No voy a decir que no me genera nada porque hay tanto alrededor de "los 40" que empiezo a mirar a ver de qué se trata, aunque en el fondo me resulte una idiotez. Y sepan disculpar quienes me dieron el pésame y puedan estar leyendo estas líneas.

Debajo de esa preocupación por cumplir 40 años intuyo varios mandatos: hay que ser siempre joven. No hay que tener canas ni arrugas. Hay que parecer joven también. Todas utopías que nos quitan tiempo y energía, dos recursos valiosísimos.

Siempre disfruté toparme con personas más grandes que irradian luz y energía. Por lo general son personas de risa fácil y con una capacidad grande de reírse de ellas mismas. Otra cosa que las caracteriza es que se las ve disfrutar. Aprendieron. También mantienen una frescura que no se ve mucho y que no es propia de la juventud desde el momento en que está lleno de gente joven que envejeció prematuramente. "Yo ya estoy vieja para esto", escucho. Y siento cómo los años se les caen arriba (porque se los tiran ellos sobre sí mismos) cuando se autoconvencen de para qué están y para qué no. Y hablo sobre todo de actitud. Obvio que no es lo mismo proponerse escalar el Aconcagua a los 25 que a los 60. Pero no estoy diciendo que sea imposible a los 60 y que el logro esté garantizado a los 25. Ni loca. Implican distintos planes, tiempos y concesiones, eso seguro.

Hace un año y medio fui mamá. Gran revolución. Increíble momento de barajar con cartas nuevas, dar de nuevo y ver cómo se acomodan, y cómo resurgimos después de semejante tsunami de amor y gratitud, y también de cansancio y de relegar tiempo y dedicación a una misma.

Puede que sean los 39, puede que sea Hilario en nuestra vida, puede que sea todo junto, el punto es que quiero ver qué hay y quiero ser más eso si es que me gusta lo que encuentro cuando termine de desempolvar las estanterías de mi interior. Y trabajaré para cambiar lo que vea y no me guste. Lo que no voy a hacer es como si aquí no hubiera pasado nada. Porque pasa, porque estoy un poco cansada de los moldes alquilados o comprados en los que es cómodo moverse, o no, pero lo hacemos. Uniformarse, pensar como se debe y decir lo que es atinado. Copiar, en la vida y en Instagram que me tiene un poco asqueada. Buscar fervientemente pertenecer y agradar.

Está buenísimo agradar pero ¿saben qué? no se puede siempre ni todo el tiempo. Y lo bueno es que tampoco hay que buscarlo. Hoy creo que el punto está en animarse al desafío de recorrer un camino lo más genuino posible, lo más cerca que se pueda a quien cada uno es. Por eso me invité a revisar las estanterías de mis creencias y posturas, de mis formas de vincularme y de tratarme a mí y a los demás, para ver con qué libros me estoy manejando, recordar o descubrir quién los escribió y repasar qué decían.

Y empezar a mirar también, aunque por ahora sea de reojo, la agenda inconsciente. Esa que no se comenta porque ni siquiera se conoce. Pero para eso todavía tengo que seguir eligiendo la piedra para dar el siguiente paso mientras el agua -como la vida-  no se detiene. 




lunes, 24 de septiembre de 2018

Música. Y de la buena

En "Intensamente", la película de Disney que trata sobre las emociones, hablan de los pensamientos centrales, esos que nos marcan tanto en algún momento de la vida, que se convierten en un recuerdo.

La memoria, los recuerdos, la construcción de la historia, siempre me hacen pensar. Qué historia nos contamos de lo que vivimos, de lo que fue bueno para nosotros y de lo que fue malo, lo que nos hizo mal o mucho no nos gustó. Qué recordamos de nuestra infancia y de nuestra adolescencia.

De la historia que nos contemos depende lo que decidamos hacer o no hoy, mañana a la mañana y también pasado. Ese relato que armamos es nuestro mundo de la vida. Define cómo vemos el mundo, grande, chico, generoso, hostil, cálido, frío, desafiante o agobiante.

La música me saca del pensamiento-dominó-que-va-cayendo. Me trae a este momento, me alegra o me entristece, siempre me conmueve. No salgo indemne. Me da ganas de bailar, de cantar, de tocar la guitarra, de llorar, de escuchar más, de abrazar, de ver a alguien, de escribir, de viajar.

 
Hace un tiempo descubrí al Dúo Karma de Cuba, y ayer fuimos a escucharlo en vivo, sabiendo que Hilario no se va a acordar concretamente de un domingo de en el que fue al teatro y pisó Buenos Aires por primera vez. Seguramente no lo cuente cuando en la adolescencia le pregunten cuál fue su primer recital. Pero yo, a mis casi cuarenta, sabía que estaba generando un recuerdo central, otro más de esos que se multiplicaron por mil desde que soy mamá.

Hablo con un amigo y me saluda desde el Jardín Japonés, al que llevó a sus tres hijos a darle de comer a los peces de colores -sobre todo naranjas- que viven ahí en pleno Palermo. Llamo a mi hermano y me cuenta que está en la calesita. Una amiga sube a Instagram una historia en la que se la ve con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el brazo, contra la pared, jugando a las escondidas.

¡Manga de acumuladores de recuerdos centrales en los que nos hemos convertido!

   

    "Un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido". 

Úrsula K. Le Guin

Y pensar que yo pensaba que iba a tener que dar el ejemplo y enseñar.   

martes, 11 de septiembre de 2018

Tiempo de poda

Ni la siembra ni el plantado. Los jardineros de alma bien saben que la poda es la tarea más importante para que un jardín vuelva a brotar. 

El jardín es un buen maestro si uno anda con ganas de aprender. Uno remueve la tierra, fertiliza, planta, saca yuyos, pero después hay que esperar. Es necesario que llueva, que haya sol, que las raíces se afiancen, que a la planta le guste el lugar que le asignamos, que las plagas no se instalen en las hojas y que la naturaleza haga lo suyo hasta que llegue el momento -si llega- en que la planta florezca o dé frutos. No se puede ocupar uno del jardín, sin esperanza. Para darse a esta tarea es condición necesaria tener fe. Confiar en que sucederán todas esas cosas que tienen que pasar antes de que llegue el disfrute, solo sabiendo que no dependen de uno. Cada cual espera algo distinto, aunque en general las expectativas coinciden. Todos queremos flores, frutas o verduras si es que tenemos una huerta o algunas macetas en la ventana. Esperamos lo bueno como queremos las cosas lindas de la vida. ¿O acaso alguien dirá, "espero que haya muchas malezas, que el pasto invada los canteros, que los grillos topo sequen el pasto de raíz y que el gusano minador enrosque las hojas del naranjo"? Creo que no.

Que halaguen tu jardín

A mí me alegra que cuando alguien llega a mi casa me diga que le gustan mis flores, mi cantero perenne y los que cambian con las estaciones. Esa persona recibió el regalo de mi jardín sin que yo hiciera nada. Pero antes que nada, me gusta mi jardín porque me gusta mirarlo a mí, regarlo y sentir el olor de la tierra húmeda en verano. Me alegran los regalos que se abren en los rincones, como el de los colibríes que quizás aparecen un día en que no para de llover y uno se pregunta desde dónde vienen, dónde viven y adónde van tan rápido. Cómo es que eligen un día tormentoso y gris de invierno para saltar coloridos de flor en flor; pero a veces pasa. Me gusta pararme descalza en el pasto, y a veces lo hago cuando está amaneciendo, justo en ese momento en que los miedos empiezan a disiparse a medida que el día le va ganando a la noche.

La naturaleza devuelve con creces lo que uno le da.

Nuestro jardín se llenó de pájaros cuando plantamos las primeras plantas. Empezaron a venir tímidamente, y se quedaron. Disfrutan de la sombra de las ramas en verano y se sacuden el agua de las plumas cuando llueve. Horneros, gorriones, golondrinas y benteveos lo hicieron propio.

La poda

Hace dos años plantamos cinco salvias y cuatro rosas iceberg debajo de las dos ventanas que dan al frente. Después leí que de acuerdo a las especies que uno elige, el cantero se luce más en una estación o en otra. Los míos son de otoño. Este año hice una poda tranquila en verano, y los dejé lucirse hasta bien entrado el invierno. Las plantas el año pasado aguantaron el mal trato del cemento, la pintura y las pisadas, así que decidí darles tiempo y disfrutar las flores todo lo que pudiera. Se volvieron bien silvestres mis canteros. Cuando llegó la poda me dediqué a hacerle más espacio a cada planta y decidí sacar un rosal de cada lado. Sin mucha idea, cuando armamos los canteros dejamos menos de cincuenta centímetros entre las salvias y los rosales que van adelante. ¡Error! Las salvias crecen exuberantes para arriba y hacia adelante con unas panzas grandes que lo invaden todo. Ahora esos mismos canteros tienen dos metros de profundidad hechos a pura pala y tierra removida por mí.



Si para recobrar lo recobrado,
debí perder primero lo perdido.
Si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado.

Si para estar ahora enamorado,
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado. 
Porque después de todo he comprobado,
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido. 
Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido,
vive de lo que tiene sepultado.
Francisco Luis Bernárdez
El jardín es un buen maestro. Mientras que parece sabido que "hay que plantar en los meses sin R" (mayo, junio, julio y agosto), la poda no tiene tanta prensa. Salvo los amantes del jardín -que bien saben que para que brote fuerte, reverdezca y dé mejores flores, hay que podarlo con ganas en el momento oportuno- pareciera que podar no tienta tanto como plantar o como cosechar. Y después de todo es entendible. Si las flores embellecen y perfuman ¿por qué habríamos de cortarlas? mejor aguantarlas todo lo que se pueda en la planta para que sigan decorando esa ventana.

Podar, lo que se dice podar en serio, es un acto que requiere coraje. En el jardín y en la vida.