sábado, 30 de marzo de 2013

Arte cartonero


Este post se iba a llamar Todas tenemos algo de Marilyn, pero no. Con la excusa de visitar la muestra fotográfica que por estos días se exhibe en el Centro Cultural Borges, mi idea era escribir sobre lo que creo que tenemos en común la mayoría de las mujeres, con la bomba del cine de los años '50.
Y puede que lo haga en unos días, porque tengo unas fotitos de fotos que me gustaron, esperando ser compartidas.

La cuestión es que me topé con la "Muestra cartonera" de Roberto Frangella, justo cuando salía de ver las fotos de Marilyn. Vaya contraste. Del glamour al cartón en unos pocos pasos. Como en la vida misma, bah. La sensación de cercanía se hizo urgencia y le ganó de mano a las fotos de la rubia.

Y fue bien fácil capturarlas debo decir, porque las obras están justo debajo de la cúpula vidriada de Galerías Pacífico, con lo que cuentan con una luz natural privilegiada. Este lugar es un oasis en medio de la vorágine del centro porteño. Cruzando la calle está el convento de Santa Catalina que, con su patio interno y su arquitectura colonial despojada, es otro gran tesoro de la zona.

Este hombre gato me encantó.
Acá se ve de pies a cabeza, portando envoltorios fácilmente reconocibles.
Carretilla de los sueños está hecha de cartón y acrílico amarillo intenso. Transmite la soledad y el esfuerzo del hombre que la empuja. 
Ellos dos más allá de todo, como Los enamorados que son. Están hechos con tubitos de papel higiénico.


Este payador me hizo pensar en Borges...

...y en este cuadro de Emilio Petorutti, Quinteto (1927), que tuve que Googlear hasta encontrarlo.

Me fui pensando que con la basura organizada nos haríamos un festín.


sábado, 23 de marzo de 2013

Escribir

Muchas veces me pregunto si sentirse infeliz es una condición indispensable para poder escribir.
Una pena que purgar, un engaño que denunciar, un abandono que reprochar.
Cierto estado de alteración también lo asocio con la escritura. O un estado de denuncia.
Destapar la olla, correr el velo, seguir la huella, explorar de dónde viene eso que huele mal hasta llegar al origen, son todos escenarios aptos para poder escribir, según lo que a veces pienso.

Pero al mismo tiempo es necesario que el ojo de la tormenta haya pasado al momento de hilar las palabras con preposiciones y artículos, respetando la gramática o ignorándola adrede, para que el conjunto cobre sentido.



Vende más ir contra la corriente. Asumir posturas incómodas que por imitación o repetición se tornan de a poco lugares comunes. Decir cosas que molestan. Hacerse la loca.

Pero compartir un estado emocional positivo también es motivo para escribir. Aunque se tilde de lugar común y edulcorado artificialmente, se puede organizar el pensamiento y plasmarlo en un papel después de reflexionar en voz baja y regocijarse con sensaciones positivas. No es sinónimo de cursi, aunque es cierto que suele vérselos juntos.

Que no me digan que la infelicidad es el único terreno fértil de donde viene la inspiración.

Hace unos días estuve en la presentación de un libro en Eterna Cadencia, para mí, una de las librerías más lindas de Buenos Aires. Es entrar y quererlo todo. Invade esa sensación perturbadora de sentir que la vida no alcanza para leer todo lo que uno quiere, para sumergirse en una historia, levantar la mirada del libro y escuchar el eco que generan las palabras del autor en la cabeza, mientras se toman tazas y tazas de café.

El libro presentado no fue gran cosa, por eso ni lo menciono. Puesta en escena de encuentro "de culto", pero floja de sustento. Debo decir que sentí algo de decepción al chocarme con el uso tan pobre del lenguaje de la compiladora. Pero aproveché para llevarme otro librito que leí en tres días aunque sé que su escritura llevó años. Nunca me había pasado. Conocer a la autora en un aspecto, y sentir que la conozco mucho más después de haber leído su libro. Pienso en la exposición, en poner el cuerpo y la vida en lo que se escribe. Venga de donde venga, creo que ahí está la clave.

  

domingo, 10 de marzo de 2013

Loca por el gris

Me cuesta imaginar varias cosas de la casa, en cambio hay otras que las veo como si ya existieran. La pared gris de la entrada, por ejemplo. Insisto, la quiero. De un tiempo a esta parte el gris pega con todo. No es más de estacionamiento, ni de mobiliario urbano. No es apagado, ni frío, ni soso. Se convirtió. Es acogedor, moderno y canchero. Lo suficientemente neutro para permitirle la entrada al fucsia, el rojo, el azul noche, el verde y por supuesto al blanco. Y podría seguir.
Tengo una pantonera en la cabeza. Quiero un muestrario bien grueso, de esos que se ven en los mostradores de la pinturería, para encarar la tarea de convencer a #Marido. Y en este terreno hay que entrar con argumentos de los fuertes. Nada de sonrisitas y de decir "porque me gusta". Porque puede que a él le guste otra cosa. Y el señor detenta gusto del bueno (y eso a mí me encanta, aunque signifique tener que ceder más de una vez). Necesito argumentos para sonar convincente, y ser persuasiva al mismo tiempo, así que consejos bienvenidos si alguien los tiene.

En medio de este empacho de grises me encuentro con el desafío de blad en el que ya me sumergí -al menos mentalmente-, y que invita a componer interiores donde predominen el gris, la madera y el blanco.
Quién te dice que tal vez me hago un hueco y lo llevo a la práctica.

Mientras tanto, y sólo porque mi pared gris todavía no fue construida, comparto algunas fotos que encontré en Pinterest, aunque ninguna es exactamente del gris que tengo en la cabeza.

 
Este gris azulado oscuro lo encontré acá:
 
 

Este gris más clarito lo vi por acá:

Más clarito todavía, por acá:
 
 

Este otro de un tono más verdoso lo vi acá:
 

Y éste sobre madera en un ambiente para chicos, por acá: 

En unos meses espero poder mostrarles el gris de mi pared.

lunes, 4 de marzo de 2013

Sillitas materas

Estas sillitas materas son un regalo de casamiento y no nos costó mucho encontrarles un lugar en nuestro living.
Son de madera y tiento y me encanta cómo salieron en esta foto. Acá las ven quietitas al sol de la mañana. Nunca se movieron solas (por suerte), pero están tan simétricas que me transmiten su quietud. Cuando los mates van y vienen no suelen estar tan ordenadas, lógicamente. No solemos tomar mate así uno al ladito del otro y contra la pared, aunque si me va a iluminar ese sol creo que me animo a probarlo!




Al lado se ve mi cajón de soda antiguo, regalo de Marido en un paseo dominical por la feria de antigüedades del bajo de Acassuso, en San Isidro.