viernes, 17 de mayo de 2013

Cuánto te esperé

A veces la rutina hace que todos los días se parezcan demasiado.
Es loco que hoy, que es viernes, me cueste recordar con exactitud qué hice el martes además de lo obvio, trabajar de tal hora a tal hora.
 
El fin de semana me gusta que sea un espacio para lo que no está previsto. No me gusta apurarme ni que me apuren. No me gusta mirar la pantalla del teléfono, aunque lo hago. Esos días me niego a hacer cosas que no tenga ganas de hacer. Me vuelvo "gánica", aunque sé que esa palabra no existe, acá aplica. Y es que no hago el menor esfuerzo porque lleguen las ganas que no tengo. 
Me gusta desayunar con tiempo, leer el diario, salir al sol, caminar, encontrarme con mi familia. Quiero escribir, leer, hacer cosas de la casa, quiero pintar y no pinto, poner en orden mis cuadernos que siguen en el mismo lugar que cuando nos mudamos a este departamento hace más de un año, ir al cine y conocer un lugar nuevo también.
 
Claro está que no llego a hacer todo, pero trato de disfrutar lo que elijo hacer, aunque a veces sea justamente no hacer nada más que estar en casa todo el día, cocinar algo rico y ver una película tapada con una manta en el sillón.
 

 
Hoy encontré esta foto de un fin de semana del año pasado. Estaba archivada en una carpeta entre mis cosas del trabajo.
 
Medialunas calentitas de enfrente, untadas con queso y mermelada de ciruelas. Café recién hecho, servido en taza grande, para tomar con tiempo.
 
Estaba en la oficina cuando la vi. Pensé en una tarde de domingo en casa y me inspiró a escribir este post.
 
Espero que a ustedes les pase lo mismo al verla y que este fin de semana, que ya está acá, sea de esos que dejan momentos para atesorar.
 
Besos,
Julieta
 

2 comentarios:

  1. Juli como me gusta tu blog, te refleja tal cual sos, con esas fotos, esos comentarios, tus palabras "raras". Me encanta que puedas poner todo lo tuyo en este blog!

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