jueves, 26 de febrero de 2015

Yo tenía un blog

Hola. Este es casi un nuevo comienzo. Al parecer, vivo comenzando acá.

El blog cumple con varios puntos del listado de las cosas que no hay que hacer si uno quiere generar audiencia y mantenerla, claro. Pero bueno, son mis reglas y -por el momento-, admite deslices y plazos que cruzan el calendario de un año al otro. Y estaciones.

Nada de lo anterior me convence pero necesitaba justificarme. ¿O era mejor comenzar como si nada?

Falta poco para que el otoño vuelva a Buenos Aires, y uno de mis últimos posteos hacía referencia a la última vez que las hojas cayeron secas de este lado del hemisferio.
Catalina no camina, pero gatea fuerte. Sí, la bebé recién nacida de la última vez que me digné a escribir.

Pasaron cosas, como en la vida de todos. A mí algunas me atravesaron, pero aquí estoy, de pie y entera, que no es poco. Cuanto más se vive más se sufre, pero mucho más se goza. Esas reglas no las pongo yo, ni descubrí América, es sólo que estoy empezando a vivirlas.

Poco y nada leí el año pasado. El cambio del charter por el auto tiene todo de bueno, salvo que no puedo manejar y leer al mismo tiempo. Pero me quedo con la libertad de ir y venir adonde y cuando quiero.

En lo que va de 2015 empecé un diario que ya quedó trunco, al menos hasta nuevo aviso. El tema que lo inspiraba era demasiado específico así que creo que tendré que darle un nuevo giro, o esperar a que ese capítulo se vuelva a abrir para mí.

Leí un libro bien de playa, tanto que por momentos me costó digerir tantos lugares comunes, pero llegué al final. Fue La canción del mar, de Gloria Casañas. Me divirtió sobre todo que transcurre entre la Buenos Aires de fines del siglo diez y nueve (una época que me atrae de la Historia Argentina), y la ciudad de Mar del Plata que apenas estaba naciendo. La historia de la familia de #marido está emparentada con esta ciudad veraniega, y me entretenía leer nombres que escuché alguna vez en la explicación del árbol genealógico familiar.

Empecé El mundo deslumbrante, de Siri Hustvedt (la mujer de Paul Auster. Reniego de presentarla como "la mujer de" pero aún lo hago). Se puede leer por partes el relato del experimento social de la artista Harriet Burden, sin perder el hilo. Cada vez que lo retomo siento que escribir y publicar es fácil. De ella había leído La mujer temblorosa y Todo cuanto amé. Este último libro es de esos que logran parecerse a la vida.

También planté varias oleos texanas en el jardín, para completar el lado del cerco que faltaba. Fue un trabajo en equipo, como tantos de los que hacemos con #marido desde que nos mudamos a nuestra casa. Estoy aprendiendo sobre plantas, árboles y pájaros.

Ahora estamos sacándole la pintura vieja a esta puerta comprada por Mercado Libre, que pesa más de lo que mis brazos pueden mover. Es antigua, robusta y muy alta. La vamos a poner para tapar la escalera que por ahora lleva al techo, hasta que construyamos el segundo piso, y que mientras tanto nos sirve de lugar de guardado.



Mientras está en la galería, el hueco que se forma entre el marco y la puerta le sirve de casa a esta lechuza que tiene el ala lastimada :(.


Prometo volver por acá antes de que termine el verano.
Juli