jueves, 13 de agosto de 2015

Aire serrano

Un paseo en auto de Buenos Aires a Córdoba. Del Valle de Calamuchita al Valle de Traslasierra por el camino de las Altas Cumbres, a 2.200 metros sobre el nivel del mar.

Córdoba es de esos lugares a los que siempre se vuelve.

Las sierras, los ríos, los bosques y los arroyos que la atraviesen la convierten en una buena opción para bajar las revoluciones que exige la vida en Buenos Aires. Al ritmo de la vida urbana porteña el cuerpo regula alto, como el auto cuando se lo fuerza. Es como si todo el tiempo uno estuviera subiendo una cuesta. Para reconocerlo basta con alejarse unos kilómetros.

Puede que seamos como cables que resisten una tensión determinada. Supongamos que son 1.000Kw. Se puede funcionar recibiendo 1.000Kw todos los días, pero al límite. No hay margen para que nada ni nadie aumente la tensión que pasa por el cable, porque salta la térmica o se quema el sistema.

Tal vez por eso al principio tanta quietud produce un choque en el recién llegado. ¿Dónde está la gente?, ¿Qué hace la gente en este lugar?, ¿No parece un pueblo fantasma? La primera sensación es que la psicosis que hace ver a un potencial delincuente en cada persona desconocida, resulta obsoleta.

A medida que pasan los días, las preguntas van dejando lugar al disfrute de la quietud y de los momentos: hay tiempos para el trabajo y otros para el descanso. Todo no está disponible siempre. Se siente un rato de aburrimiento, hasta que uno se da cuenta de que en realidad lo que está pasando es que dejó de estar sobre estimulado. Aparecen los ratos de nada, tan olvidados. Ratos de estar con uno, de mirar el fuego, de pensar, de mirar los árboles y de conversar con la gente. Lo que pasa es que uno no está apurado, eso es. Surge la oportunidad de retomar conversaciones y de hablar como si no se conociera a la persona con la que uno convive. Reviven anécdotas que llevan a reírse a carcajadas en el salón comedor de un hotel de los años 30, que bien podría ser el de un barco. Contando la nuestra, son tres las mesas ocupadas que María Inés atiende con dedicación y esmero. El menú consta de dos entradas, una siempre fue sopa durante las tres noches que duró nuestra estadía, para alegría de mi alma, seguidas de plato principal y postre. Todo con gusto a comida casera.

El Hotel Yacanto queda en Yacanto de Traslasierra. El pueblo se llama así porque hay otro con el mismo nombre en el Valle de Calamuchita, ubicado casi a la misma altura pero del otro lado del Cerro Champaquí. Hubo una época en la que ambos formaban parte de una misma estancia que cruzaba las Sierras Comechingones.

Llegamos por el camino de las Altas Cumbres, después de pasar dos noches en Villa General Belgrano. Tomamos la nueva ruta que lleva hasta Potrero de Garay. Ahí la referencia a seguir es San Clemente. Después se llega a Bosque Alegre y hay que seguir los carteles que indican Mina Clavero. La ruta está impecable y ofrece vistas increíbles que llegan hasta Villa Carlos Paz. De esta forma se evita tomar la ruta 5 (el camino tradicional) y abrirse varios kilómetros hasta Alta Gracia. Lo único que hay que contemplar es que a los cordobeses parece que les gusta manejar rápido por las cornisas, incluso cuando manejan camiones. En el camino hay algunos puestos que venden cueros de cabritos, ovejas y otros animales del lugar.

Antes de emprender el viaje hacia Yacanto visitamos La Cumbrecita "primer pueblo peatonal del país" según indica el cartel a la entrada. Parece salido de un cuento, aunque no lo eligiría para pasar todas unas vacaciones. Lindo subir, bajar y ver las casitas de estilo alemán, y también suficiente. Otra parada fue en Los Reartes, a unos 8km del centro de Villa General Belgrano. Basta dar una vuelta en auto para recorrer todo el pueblito, con su calle principal y pulpería. Con 300 años, es uno de los poblados más antiguos de Córdoba. La capilla de la Inmaculada Concepción, blanca, simple y coronada por dos campanas, es lo que más me gustó.

Capilla Inmaculada Concepción, Los Reartes

Hotel Yacanto, Valle de Traslasierra





El Hoyo 19 lleva directo a la chimenea de la próxima foto





Un espíritu golfista y familiar anima a este hotel donde impera el estilo inglés. Nos cuentan que en verano se llena de familias con niños pequeños, pero esta semana invernal, gris, con lluvia finita y chimeneas quemando leña durante todo el día, es casi todo para nosotros. Es como estar alojados en casa de unos amigos en donde nos movemos con total libertad.
La cancha de 9 hoyos y 20 hectáreas está pegada al hotel, y se accede a través de un puente que cruza el arroyo que suena constante de fondo.

La foto siguiente es de una cancha de golf en Villa General Belgrano, que tiene muy lindas vistas pero que no está cuidada como sí está la de Yacanto adonde seguramente volvamos. Para entonces espero haber mejorado mi swing y estar lista para salir a jugar.


Por lo pronto voy aprendiendo mirándolo a #marido.

Yacanto Golf Club
Besos,
Juli